Cada año, a la caída del mes de septiembre que ya nos deja, y con la llegada del mes de octubre que ahora entra, se da por fin la deseada por muchos, y odiada por otros, transición definitiva al otoño.
Hay, el otoño, esa época donde ni hace demasiado frío ni demasiado calor, donde la gente se resfría con facilidad, (por experiencia propia que llevo tres días resfriado) y donde se avecina el temido cambio de hora. Sin embargo, alejándonos del bullicio del pueblo, y entrando más en sus parques y jardines, algo más sucede, algo que está muy escondido.
Entre las pequeñas zarzas matojos que crecen entre los árboles, una pequeña polilla blanca sobrevuela el campo. No es solo una, no dos, son muchas que buscan desesperadamente encontrar pareja, y reproducirse, para acabar así el ciclo de la vida y su misión.
La polilla arlequín no es solo un signo de las fechas cercanas al mes del terror, y lejanas a navidad. Marca el inicio de un nuevo comienzo para el campo, que ahora llace seco, pero que en poco tiempo renacerá.
Hace unas semanas vi la primera, y ahora hay muchas más. Esperemos que les vaya bien.
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