Recuerdo cuando era niño, comenzar desde muy chico con la afición de la ornitología de terraza como yo la llamo, ver a las aves volar era lo único que tenía, ya que hasta muchos años después no obtuve mi primera cámara. Pero mi mundo en aquel entonces se basaba exclusivamente en eso, observar, y aprender que eran esos seres que a mí edad aun conocía como "pipi". Pero algo peculiar fue lo que me llevó a lo que hoy conocemos, y todo comenzó con un simple vistazo a un pájaro negro, que había sobre mi terraza.
Un pájaro que no saltaba como el resto de "pipis" que acostumbraba a ver, y que mi madre trataba de explicarme que se llamaban gorriones, este saltaba y corría con unas patas grises mu' largas y esbeltas, y que tenía una cola muy larga, y un pico anaranjado como una piel de naranja, valga la redundancia, Ahí en ese resquicio de pueblo, descubrí otras como esa, más achatadas y menos voluminosas, pero esta en concreto me fascinó.
De repente, descubrí que había más, muchos de hecho, y que tenían un canto mágico que enamoraba a cualquiera que lo escuchaba, mientras yo me quedaba boquiabierto deleitándome con su brillo.
Una mañana, mientras mi madre andaba en sus clases de inglés, mi abuela y yo nos paseábamos por el parque Lourdes mientras esperábamos, cuando sin venir a cuento descubrí que en ese lugar había más de esas aves. Al verme fascinado, mi abuela me acompañó a buscarlos, mientras saltaban de rama en rama, y me contaba cosas sobre ellos ¿Los conocía?, claro que los conocía, cualquiera los conocía pero para mí pequeño cerebro eso era muy raro. Se llamaban Mirlos, Mir-los, ¡MIRLOS!
Todos los días, cada vez que mi madre se iba a sus clases de inglés, mi abuela y yo paseábamos por el parque buscando más, ya para ese entonces ya sabía su nombre mirlo, mir, lo, mir... Mirlo, lo repetía constantemente hasta que se me quedó en esa cabecita pensante de seis años.
Ahora, ya no solo mi abuela los buscaba conmigo, mi madre también se unía a nosotros en la búsqueda después de salir de sus clases, búsqueda que también ocurrió en los recreos de mi colegio, en el parque San Pablo, a cualquier lugar que fuese los buscaba, y lo raro era que los encontraba sin mucho esfuerzo, se volvió así la guerra pajaril, de mis hobbies favoritos de aquellas tardes en las que 1° de bachillerato quedaba todavía muy lejos.
Eran, (y siguen siendo) un bichito muy escurridizo, a eso añádele la habilidad divina de correr, nunca se acercaron a mí, mas una vez, iba junto a mi madre a un colegio cercano, para impartir unas clases de no me acuerdo que cosa, cuando en la cerca del colegio, por primera vez, tuve a dos mirlos justo delante de mí, a pocos metros de distancia. Ese día quedé fascinado.
Desde ese día comenzaron a gustarme más, mucho más, me encantaba oírlos cantar y mi abuela, sabiendo todo, me contaba cosas sobre esta y muchas más aves, mientras me cortaba rodajas de salchichón con pan de molde en su casa.
Ya para ese momento, ya había encontrado algún nido, ya había encontrado restos de sus huevos y me había encariñado con ellos. Todo gracias a mi madre y mi abuela.
Ahora es 1 de noviembre.
Ahora han pasado ya 10 años, y a pesar de todo, aún a día de hoy, sigo mirando con la misma fascinación con la que miraba hace nueve años a los mirlos cantar en los tejados.
Ahora, ya no solo busco Mirlos, busco muchos más bichos, he anillado primillas, he mirado a los búhos chicos, he criado un verderón y estoy cumpliendo mis sueños, pero el precio de la vida es alto, y mucho de mi "época de gloria" no ha podido ser disfrutado por aquella persona que cortaba rodajas de salchichón a mi lado, y que me aguantó, tanto mis berrinches, y que siempre estuvo ahí.
Y a pesar de todo, todo lo que me ha pasado, y de como nunca nos despedimos del todo, sé de buena mano, que esté donde esté, ella estaría orgullosa de todo lo que he construido. No sé si puedes leer esto, no sé si puedes escucharme, pero se que siempre me quiso. Por esto y por mucho más, gracias a tí abuela, por todo y por más, y te deseo lo mejor en la próxima vida, porque una mujer así, ya tiene el sitio ganado.
Que los Mirlos canten siempre ante tu presencia, igual que yo lo hago ante la suya, para que al volar, te manden desde aquí los abrazos que no terminé de darte.
Adiós abuela ❤️

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